jueves, 12 de julio de 2007

Magneta

Tengo una propensión más alta de lo normal a quedar atrapada en redes invisibles de gente, a vivir en un mundo no con 6 sino con 4 grados de separación. En Bogotá no dejaba de encontrarme por casualidad en la calle o en sitios públicos con colegas de trabajo, companieros de universidad, amigos, companieras de colegio. Por los días de la reunión de los 10 anios de egresadas del colegio me encontré por casualidad con mínimo 3 de ellas y pude informarles. Llegando a Alemania la cosa iba llegando a límites inverosímiles. Con 6 de los 9 colombianos que participaban en el mismo programa -de diversas regiones del país, no sólo bogotanos- tenía conocidos en común!! Hace dos anios conocí en Konstanz a un cucutenio que trabajaba con un ingeniero que fuera un excelente profesor en mi postgrado.

Pero yo las fronteras ya las transgredía desde Colombia. En Bogotá tuve la oportunidad de establecer una curiosa amistad con un tipo de Barcelona, y en una vacación que hice en Capurganá conocí a otro catalán, a quien por amenizar le conté de mi amigo. Trabajaban juntos en la misma emisora.

La joya de mi corona de múltiples encuentros casuales (aquí yo los menosprecio un poco porque Hamburgo no sólo es compacto, sino que la gente no se mezcla y van los mismos con las mismas a donde siempre) tuve oportunidad de vivirla en Mexico City. Viernes, 6 de la tarde, estación de metro que es intersección entre la línea café y la rosa. En uno de los rellanos de una escalera veo un viejito vendiendo peras y me antojo, me detengo a comprarlas. Cuando me levanto con la bolsa en la mano me encuentro de zopetón con el Manito. Encontrarse en el D.F. con el Manito le parecerá al lector que, aunque tenga algo de casualidad, no es tan raro, pero si se tiene en cuenta que el Manito es en realidad un veneco de Barquisimeto que conocí en Hamburgo y que vive ahora en esa ciudad, pues sí, ya el asunto alcanza a impresionar. El Manito se ganó ese apodo tratando de imponérselo al mexicano que estaba en su clase.

Pero ahora me espera una categoría aún más baja que Hamburgo. Me voy a la provincia. Pero no a cualquier lugar en la mitad de la nada. No. Me voy precisamente al Düren de mis cuitas, de casas pequenitas. Ya estuve tres días allí en plan trabajo y sí, es otro swing citadino (citadino?? Düren es realmente un pueblo!). Bueno. A ver qué pasa. Ich bin gespannt.

3 comentarios:

patton dijo...

pues con esos antecedentes no me extrañaría que en esos remotos parajes te termines encontrando con quien sabe quien .... pareces en un capítulo de "Lost" ;)

Anónimo dijo...

jejejeje seguro allí te encuentras con un antioqueño que fue el primer novio de la sueca a la que le gusta el chavo y que en un avión conoció al manito

Frau Rodriguez dijo...

Patton: puedes creer que soy de los mortales que aún no ha visto ni la primera media hora de "Lost"? Igual sé de qué va el asunto, y de hecho ando curiosa a conseguir los DVD de las primeras temporadas. Ahora aún más!

Gerente: qué imaginación tan perversa ;-D
igual sabemos que la realidad supera a la ficción.