domingo, 24 de agosto de 2008

Joven aún

El promedio de edad del público de la ópera en Düsseldorf es, como en Hamburgo, mínimo de unos 70 anios.

sábado, 23 de agosto de 2008

Todo cambió para seguir igual

No es que no me esté pasando nada, de hecho me están pasando muchas cosas en muchos aspectos de mi vida, pero no encuentro nada digno de postear, ignoro por qué. También tengo la sensación de que es mal general, que no soy la única que guarda silencio.

El ventilador se prendió en el trabajo, con saldo un trabajador menos en el grupo, quien tenía toda la experiencia en el tema, y la incorporación de una nueva integrante pero sólo a 50% y a quien hay que entrenar también, aunque no hay que comenzar de ceros; a eso se le suma la enajenación de mi jefa, la promoción de una companiera con los tintes de la eufemística envidia de la buena y aterrizada en el mundo real que eso trae consigo y el descontento total de una colega, quien tendrá el 50% restante del tiempo de mi -nuestra- nueva colaboradora.

Y quiso el destino que yo hubiera pedido dos semanas de vacaciones hace como tres meses justo a partir de ahora. Así encuentre todo patas arriba cuando regrese a la oficna -lo cual espero que no pase, de todos modos me traje el portátil para revisar la correspondencia y no encontrar el cerro de 200 emails para leer de bienvenida-, no deja de ser bueno que el reajuste de las cosas me sorprenda haciendo esta pausa.

Nos vamos rumbo al sur, a la Selva Negra. A ver qué nos espera.

lunes, 4 de agosto de 2008

Sobre ruedas

Mi bicicletica hamburguesa llegó en marzo de este anio a Düsseldorf a seguir transportándome. Vieja y herrumbrosa como estaba, ahí me seguía llevando a la oficina y cuando el clima comenzó a mejorar, también cargó conmigo por las ciclorrutas que van a lo largo del Rin con sus dos cambios / marchas, sus llantas lisas, su ninguna luz. Tenía portaequipajes y timbre, eso sí. Últimamente se había puesto muy latosa porque la lámina metálica que protegía la cadena se abolló en un sitio indetectable de tal modo que quedó con un soundtrack bastante industrial en cada pedalazo. Ya realmente me estaba dando vergüenza que alguien conocido en la empresa me viera (y oyera) llegar en ese tiesto.

Así que en un ataque inaudito de "compradera" (mis largos anios de hibernación económica mientras fui estudiante y desempleada atrofiaron mis glándulas compradoras de un modo increíble, ahora que tengo más o menos con qué me da una pereza terrible, cuando realmente compro algo es porque de veras lo estoy necesitando).... me hice ahora sí de verdad a una bicicleta. Me siento rara siendo ahora rápida y silenciosa.

La bici vieja no quedó solita ni abandonada: quién lo creyera, sí había un cristiano menesteroso que se alegró mucho con ella y que seguramente le invertirá el tiempo y los pocos euros que yo nunca le dediqué y con los que seguirá pedaleando otro rato.