miércoles, 26 de septiembre de 2012

Historias de CDs

Malkasten, Vol. 5
En un Audi sobre la A3 rumbo a Frankfurt.  A llegar a la medianoche a esperar un bus que salía a las 4 am en los bellos y tranquilos entornos de la estación central de esa ciudad -en pocas partes de Alemania se prenden mis alarmas bogotanas:  esta es una de ellas-.  El bus me llevaría al aeropuerto alternativo disfrazado de Frankfurt (Frankfurt-Hahn, se llama) que en realidad es un pueblucho como a 2 horas en el tal bus.  Esos son los aeropuertos en donde operan las aerolíneas pitufo, las que son re-baratas y que deben ser un atentado al CO2.  40 euros por un ticket ida y vuelta Frankfurt-Hahn - Girona-Barcelona (otro disfraz).  Claro que lo que se ahorra en el pasaje se paga con creces y más en el transporte entre ciudad de partida - aeropuerto en la porra A y aeropuerto en la porra B - ciudad de llegada.

Mis pasos no me llevaban a Barcelona, sino a Rosas, a un encuentro incierto que resultó ser en una casa con vista a la bahía desde la terraza con piscina, al inicio de la carretera que llevaba al restaurante El Bulli (que conste que yo ignoraba toda esa escenografía antes de llegar).  Mi momento Paris Hilton en la vida.  Creo que esa es una historia de otro post.  El caso es que estaba en el trayecto al aeropuerto perdido del vuelo pitufo.  Iba en un grupo de viajeros, una opción barata:  gente que va en su carro a otra parte pone un aviso que quién viaja con él.  El precio es menos de la mitad de lo de un pasaje en tren, el dueño del carro apenas hace lo de la gasolina y viéndolo bien, es hasta eco-friendly, se optimiza el uso de los carros.  El dueño de este coche iba a todísima mierda, please remember que la Autobahn tiene tres carriles en cada sentido.  El otro co-viajero se bajó apenas pudo y yo, pues bueno, este, acérquenme por favor a la estación central... -oye, pues si tu bus sale hasta las 4 y recién son las 11, porque no te vienes con nosotros? vamos a la casa de un amigo, aquí llevamos harto trago, oímos música.... pues ante mi otra alternativa -la hermosa estación central-, quedar en manos de quien pudo haberme destutanado a 200 kmh fue cuasi-providencial.  La reunioncilla se puso hasta buena.  A eso de las 3:30 decidí emprender mi camino, pero primero fui al baño. Cuando quise salir, la puerta no abría.  El desespero de pensar que tanto esfuerzo invertido para venir a perder el vuelo porque me había quedado encerrada en un baño era insoportable.  A los no sé cuántos tropecientos mil minutos logré abrir la puerta.  Nadie se había dado cuenta de nada.  Esta parte de la historia tuvo happy end, sí logré tomar el bus y después el vuelo.  No porque recuerde el alivio después del desespero, sino porque no tengo recuerdo alguno de otros contratiempos.

El anfitrión de la velada trabajaba en una productora de música y recién acababan de sacar una compilación.  Me regaló una copia.  Son 2 CDs, uno de club y el otro de lounge.  Este me gusta más y es el que estoy escuchando ahora.

Eco2, Jorge Drexler
Esta historia le pasó a una amiga de una amiga mía.  Su gallinazo novio no tuvo ningún reparo en arrastrarle el ala a una amiga suya (de ella, la novia) y la supuesta amiga no tuvo reparo tampoco en acceder a tales propuestas.  Cuando todo el teatrito se descubrió, la mujer traicionada no dudó un segundo en echar a la basura el CD que la ya ex-amiga le había regalado.  Nuestra amiga en común lo rescató aunque ya lo tenía, así que andaba buscándole doliente al CD repetido y esa fui yo.  Lo oí hasta el cansancio, adoro Todo se transforma -es la canción perfecta de un ONS-, pero fue durante mis años de casada. Quedó una asociación extraña ahí.  No da como para tirarlo a la basura, pero tampoco para escucharlo.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Ein erfüllter Wünsch

Encontrar amigos es cada vez más difícil.  Nuestras exigencias aumentan con el tiempo, en la misma o mayor  proporción en que las posibilidades de conocer gente disminuyen.  Durante mis largas estancias académicas tuve el privilegio de hacerme a un muy buen amigo en cada período.  Es así como mantengo contacto con  Hipo, mi amiga del colegio; así fui a parar por segunda vez a una ciudad ignota en Polonia para ver a Margarita  -la amiga de pregrado de la UN- en escena Meg Ryan hace un año; es como de vez en cuando skypeo con Horax -el compinche de la especialización en la UN que ahora está en Cangurolandia, como él dice- y conocí a A. su hermana, en esta ciudad; es como de vez en cuando tengo noticias de Natasha -fuimos becarias de la misma institución durante el doctorado- desde su dolor en Hamburgo.

Y es como tengo a mi amigo C, con quien nos conocimos en nuestros másteres en Hamburgo.  Es una cuestión de similitud de almas (no nos da para gemelas pero sí para afines) que en ese entonces cuando nos conocimos devino en algún tipo de relación extraña de pareja porque no supimos cómo más asumirlo.  Por la incompatibilidad de tendencias, era obvio que eso en plan pareja no funcionaría jamás.  Nevertheless, alcancé a subirme tontamente en esa ilusión (sin dejar de seguir arrastrando un pie en la realidad) como para ponerme celosa mientras duró -ah, celos intensos los de aquel tiempo- y triste cuando terminó.  La relación tuvo períodos en que se mantuvo a distancia por hacer C. prácticas en ciudades distintas de Hamburgo . C. regresó a su natal D.F. en febrero de 2003 cuando acabamos el máster.   Hubo un encuentro inesperado en primavera.  La última vez que estuvimos juntos como pareja fue en mi visita al D.F. en noviembre de aquel año, cuando terminamos.  Fue la vez del encuentro con el manito, btw.  Nuestra escena final fue muy parecida a la de Lost in Translation.  Había dejado el pasaporte sobre la mesa en su apartamento, tuve que regresar en el taxi con el que iba al aeropuerto y lo vi una vez más, esa si la última, pero "extra", porque ya nos habíamos despedido. Lloré mares con el final de esa película.  Además la vi poco después de mi llegada de aquel viaje.

Estuvimos distanciados algunos meses (¿quizás años?) pero finalmente retomamos el contacto.  Su hermana se radicó en París cuando aún estábamos en Alemania, así que venía a Europa seguido.  Entre tantos ires y venires alcanzamos a vernos un par de veces en el mejor de los planes y él alcanzó a enamorarse de París.  Tanto, que hace dos años que allí reside.  Eso nos ha acercado bastante.  De París regresaba cuando mi marido me recibió con su maleta hecha, presto a largarse.  Hablamos mínimo una vez por semana.  Con él festejé mi cumpleaños pasado en Budapest y con él me veré mañana en Amsterdam.

En aquellos tiempos desesperanzados cuando estábamos juntos, yo no perdía oportunidad alguna de prender velas en la iglesia para pedirle a todos los santos que lo dejaran a mi lado.  A la larga accedieron a mi petición. :-)