martes, 23 de diciembre de 2014

Compendio para proseguir.

He sido capaz de romper un record de poco escribir por aquí, 2014 llegó a ser el año con menos posts.  Me da pesar con este blog y sus esporádicos lectores haberlo abandonado tanto.  Me intriga cómo y cuándo fue que se me cayeron las gafas bloggeras, cuándo comencé a pensar únicamente en 140 caracteres.

Quizás después de 15 años de transplante de tierra haya perdido la sensibilidad de la diferencia que fuera lo que motivó inicialmente el blog.  Los contrastes han palidecido y ya no lo son tanto, son apenas sutiles cambios de texturas. 15 años ha sido tiempo suficiente para desmontar el mito de este país, conocerlo tras bambalinas y consolidar mi propia versión.  No me molesta ese "no ser de aquí ni ser de allá" pero admito que a veces me aburren tantas medias tintas, tanta agua tibia, tanto ni sí ni no.

La "inmunidad chistosa" adquirida me ha sido bastante útil.  Puedo usar mi risita sarcástica ante situaciones absurdas y típicas de este país no sólo sin inhibirme, sino exagerando el sarcasmo.  He votado cuantas veces he podido, a ver si por lo menos así contribuyo al desmontaje de la godarria en este país (tarea que no es fácil.  He ahí un tema para un post, la godarria alemana que aún me cuesta creer, un contraste con el que no he perdido sensibilidad).   Fue curioso que este año la elección de alcalde en Düsseldorf coincidiera con la elección presidencial en Colombia: hubo segunda vuelta entre los dos ganadores de la primera y éstas fueron en las mismas fechas. Otra coincidencia: Al final no fue que la gente votara por el uno sino que votamos en contra del otro.

También fue la elección al parlamento europeo, pero de esa sí salí muy decepcionada, puedo entender a los partidos antiEuropa porque eso fue una farsa comprada, ni el luxemburgués que oficia de presidente de la Comisión ni su partido fueron elegidos sino que al tipo lo pusieron ahí a los pupitrazos 2 meses después de las elecciones. Lo mismo va Angie y les dice lo que ellos tienen que hacer y ellos muy juiciosos van y lo hacen.

Angela Merkel, otro tema él solo.  Aunque del partido demócrata cristiano (he dicho ya que un partido con el adjetivo cristiano en el nombre es demoníaco) y ambiciosa de poder como pocos, Angie representa también el triunfo de la nerdada, de ser juicioso (Angie trabaja como una berraca), del nadadito de perro, de la no-fantochería. Este año celebró sus 60 con una conferencia académica en donde casi todo el mundo se durmió y perversas revistas de moda le echan en cara que no compra ropa publicando fotos suyas desde principios de los 90 hasta hoy con el mismo chiro.  ¿Cómo no simpatizar con ella?  Releyendo caigo en cuenta de que no menciono el tema de "mujeres al poder". Angie no le hace mucho bombo al asunto porque no le interesa y si le interesara, creo que haría como si no, porque ponerse muy feminista le quitaría votos irremediablemente. A Alemania no le gustan los cambios y menos si son medio revolucionarios y a Angie no le gusta perder poder.

Ahora ando con compañía, que por primera vez desde hace años es alemana 100%. Tengo que comenzar un poco de cero con toda la compilación de asuntos colombogermanos y aún es temprano para saber si mi barquito navega viendo la costa o está perdido mar adentro.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Some things never change

Más de 20 y pico de años después, irse a dar vueltas al centro de Bogotá sigue siendo un plan con H.  http://sombrerodelahogado.blogspot.de/2011/02/i-was-in-all-those-scenes.html?m=0

viernes, 8 de agosto de 2014

Naturaleza - Pájaros

Serán los años o lo emocionante que es mi barrio que de un tiempo para acá reparo en la población de pájaros que también son vecinos.

Están las golondrinas, flechitas aladas, que como dice la canción, sólo se ven en verano -también me asombró en su momento probar que el agua del mar es salada-.  Cuando llega el atardecer comienza todo el mundo pajaril a canturrear.  Gorriones de pecho amarillo, gorriones de pecho azul, gorriones cafés de cabeza roja.  Andan en bandada y se ven tiernos por el tamaño, si fueran más grandes asustarían esos grupos.  Las que más se escuchan son las mirlas, que más que cantar, parlotean.  Les gusta pararse en un sitio especialmente prominente (la punta de un techo de tres aguas, la esquina del techo de un edificio, la rama más alta de un árbol alto) y de ahí echar sus discursos.  Después de unas 3 estrofas hacen pausa, supongo que para escuchar la respuesta que les da otra mirla parada en otro lugar prominente, luego cantan otros tres párrafos, se detienen, y así.

Y están los que no cantan ni son bonitos ni se comen los mosquitos.  Los de más clase, los cuervos, que se asoman muy esporádicamente.  Las pobres urracas que parecen enchalecadas con su cuerpo blanco y el resto del cuerpo negro, con ese rabo enorme que no las deja ni mal caminar, con esos graznidos espantosos que no creo que ni a ellas mismas les guste.  Y los tórtolos, que son más grandes que las palomas normales y tienden a sentarse en ramas delgadas que se doblan con su peso, emparejaditos, todo el día con su currucucú o correteando a los tórtolos intrusos.

Algún día de fin de semana me di cuenta de que mi balcón era parte del escenario en disputa de los tórtolos. Pobre balcón está abandonado a su suerte so pretexto de que el que ponía plantas allí y lo cuidaba se fue del apartamento y de mi vida. Supe de dónde era que salían semejantes cagajonazos que encontraba (ingenuamente llegué a pensar en la notable digestión de los gorriones).  Lo peor fue que tener que asumir el rol de tórtolo y entrar a terciar en el asunto marcando mi territorio. Más de una vez tuve que salir al balcón a espantarlos.  Recordé el tip de algún conocido y ahora el balcón a su descuido suma una bella decoración de tenedores de plástico puestos cabeza arriba en la baranda.  (El resultado final me recordó esta dizque obra de arte que embellece una glorieta en Düsseldorf ). Desde entonces no he vuelto a encontrar cagajonazos.

Ojalá no me de por caminar dando salticos y reburujar el piso con el pico.

jueves, 7 de agosto de 2014

Cambié todo para seguir igual... de desubicada

Desubicada en algún colegio de señoritas pobres en la década de los 80s en Bogotá porque en ese entonces ya era cosa común tener un novio pero yo, por razones que se me escapaban, no tenía nada que se le pareciera.

Desubicada en algún potencial encuentro de exalumnas del mismo colegio de señoritas pobres en la década de los 10s -tengo noticia de que acontecen porque me invitan- porque ya todas tienen sus esposos, hijos y/o novios a cuestas pero yo, por razones que aún se me escapan, no tengo ninguno de esos ítems, apenas tengo un exmarido.

jueves, 17 de julio de 2014

Naturaleza - La tormenta


Tormentas las hay con cierta frecuencia en verano en este valle del Rin, pero aquella que hubo el lunes de pentecostés pasado a fines de mayo, que fue festivo, será recordada por mucho tiempo por lo fuerte que fue y los daños que dejó. En Düsseldorf fue donde hubo más daños. Dijo alguna estadística que uno de cada 4 árboles fue arrancado de raíz o quebrado. Hubo 6 muertos en la ciudad, 4 de ellos por refugiarse en una "casita de huerto" -la parcela /huerto con casita, otra especialidad alemana- a la que le cayó un árbol encima. Más de un mes después los parques aún parecen recién salidos de una guerra y se ve un montón de árboles descuajados de raíz tirados por todas partes.
El tráfico de la región Colonia-Düsseldorf-Ruhr estuvo paralizado durante días después del evento, muchos tuvieron que tomar vacaciones forzadas o llegar caminando al trabajo porque literalemente no había cómo circular.  Hasta hace poco algunas ciclorutas aún estaban intransitables. Casi no hubo nadie que yo conozca que no reportara daños en su casa / propiedades: oí de macetas quebradas, tejas voladas, ventanas rotas, jardines destrozados, carros aplastados por astas o troncos, pero menos mal no de lesiones personales.

Yo no tuve nada que reportar, aparte de 4 días sin internet en la casa por culpa de un rayo que achicharró la caja de conexiones de mi zona.  Pero yo, a diferencia de todo el mundo con quien he hablado y que estaba muy juicioso en su casa en la velada de aquel lunes festivo, estaba callejeando en la bicicleta.  Fue por fuerza mayor: aunque veces me falte lucidez, no soy tan estúpida para haber salido esa tarde con semejante cielo tan negro sin una buena razón.  Recuerdo haber pensado que por fin había condiciones de luz "normales" cuando vi en un reloj en la calle que eran casi las nueve y estaba totalmente oscuro.  "Normal" es en este caso como en latitudes ecuatoriales, a mi animalito interior aún le parecen increíbles los días largos en verano y las noches eternas de invierno.  Tuve suerte de encontrar un buen refugio cuando se desgajó el aguacero y pasé unos 50 minutos bajo un puente de ferrocarril.  Las cortinas de agua caían espesas, iluminadas cada tanto por los rayos.  El viento se puso a soplar al rato de haber comenzado a llover, era de locos ver cómo zarandeaba todo lo que estuviera a su alcance. Cuando algún carro pasaba ilumninando su paso, se veía como una escena de fin del mundo.  Pensé que había alcanzado a hacer más de un video, pero esto fue todo lo que encontré finalmente en el celular:

Cuando amainó la lluvia decidí proseguir.  Lo que vi bajo el puente no permitía adivinar de ninguna manera que encontraría el camino intransitable, lleno de árboles y ramas caídos.  El viento todavía soplaba tan fuerte que por momentos alcancé a sentirme arrastrada y a perder el control de la bicicleta.  Por fin me dio miedo cuando vi que seguían cayendo rayos cerca de mi trayecto.  Me sentí toda una sobreviviente cuando abrí la puerta de mi casa.

Llegando a mi calle vi dos cosas extraordinarias:  una, no había alumbrado público y la segunda, la más rara, la gente del vecindario estaba a esa hora (sería eso de las 10 pasadas) volcada en la calle evaluando daños, tratando de mover troncos, conversando, interactuando entre sí.  Fue mucha más interacción de la que se vio en la madrugada del lunes pasado después de la final del mundial de fútbol.  El lunes pentecostal de 2014 nos quedó grabado a los düsseldorfeños un poco a su modo como el 11 de septiembre de 2001 a todo el mundo.

viernes, 20 de junio de 2014

Espejos

La historia de la vecina nonagenaria sería de lo más irrelevante si no fuera porque es un espejo que me pone el destino de otra historia paralela, una que transcurre en dos continentes y no en uno y he ahí donde radica buena parte del drama.

La participante de la historia en el otro continente también tiene otra historia espejo en su entorno que le refleja la nuestra.  Pero los espejos son diferentes:  mientras el mío deforma las figuras, el suyo las pone en negativo.

Y ya. El melodrama sigue su curso como puede, como le toca, pero no deja de parecerme irónico que cada una tenga un bendito espejo sin haberlo buscado que no deja de recordarnos todo el rollo en el que andamos metidas, como si no tuviéramos ya bastante con él.

El ido de marzo

Este blog ha perdido uno de sus lectores.

Recibí un mensaje de alguien desconocido en Facebook con la noticia de que alguien que fue significativo (de hecho, el first love de mi vida, el de las mariposas en el estómago y las levitaciones) murió hace 3 meses.

De la historia, accidentada y absurda como ella sola, quedó apenas un hilillo de contacto simpático que yo, por fin, me negué a anudar de nuevo -siempre fui yo la que anudó ese hilo- cuando él lo rompió hace 3 años. Ahora vengo a saber que en ese entonces fue el primer infarto grave. Facebook, esa máquina chupadatos inmisericorde, fue lo último que nos mantuvo actualizados, y los esporádicos posts, los "me gusta" y los "compartir" fueron nuestro último diálogo.  Algún día puso un post del primer aniversario de la muerte de su perro, ese cachorrito simpático que le habían regalado cuando ese sinsentido de historia nuestra comenzó. De esa historia ya nada quedaba, pero no dejaba de tener su simbolismo. Al menos él seguía vivo.

Ahora le tocó a él, el segundo infarto no lo perdonó. Hacía ya rato que no era parte de mi vida, pero no deja de parecerme absurdo que el mundo haya seguido corriendo sin él. Que ya no esté.

En las rupturas, más que la ruptura misma lo que me más entristecía era pensar en que yo no me enterara de cuando él muriera. No puedo evitar creer que todo el absurdo tuvo al menos un mínimo sentido afectuoso:  a pesar de haber roto siempre, dispuso de algún modo que yo no me quedara en ese limbo.

Adéu, estimat amic.

sábado, 15 de febrero de 2014

Camboya

Impresiones de un viaje, un año y varios meses después:

Camboya es un país muy bonito, saliendo adelante, rebuscándosela, digno en medio de su pobreza: muy pocos mendigos y casi ningún indigente.
Asombroso lo democrático que ha sido la expansión de los teléfonos celulares, allí también vi MUCHAS personas con un cacharro de esos.
Y con los nuevos celulares, el internet:  wifi free en todas las acommodations, en la casa campesina en la aldea o en la villa de pescadores quizás ya no, pero de resto por doquier.
La comida es deliciosa, no lo esperaba.  Pensé que jamás probaría de nuevo el sabor de un plato cocinado con leña, pero Camboya me brindó esa sensación de nuevo en mi vida.  Tampoco esperaba que se comiera tanto chanchito, dizque son budistas.
Los templos de Angkor son preciosos.  Me encantaba ver la sucesión de puertas en perspectiva en algunos pasajes de los templos y percibir a la naturaleza viva, inclemente, reclamando lo que fuera suyo.  Qué quedó de aquellos señores poderosos.  "But now all is gone" fue una de las frases que el guía camboyano más repitió a lo largo del viaje.  Era un chico bastante avispado, inteligente y simpático -don't mean handsome-.  No tuvimos para nada incovenientes con él  Muy abierto, nos contó sus experiencias durante la guerra civil de los 80s-90s (tiene 32 años y no tiene una falange de un dedo por culpa de la guerra.  No fue una mina -a Dios gracias- sino que la guerrilla de Pol Pot incomunicaba a los pueblos destruyendo infraestructura y atacando a los pocos que se aventuraban.  Por eso no pudo llegar oportunamente a un hospital que obvio no había en su pueblo).
Como fue paseo organizado por una agencia para un grupo, pues este asunto de estar 2 semanas "confinados" en una serie de actividades (algunas de ellas tipo reality show en la selva, como una pernoctada en un solo cuarto en una casa campesina y en una casa de pescadores sobre palafitos con un hijueputa gallo cantando desde las 4 am y compartiendo una letrina y una ducha de echarse agua con un cuenco de plástico) con otros 7 desconocidos y una amiga con la que nunca había salido de viaje fue también bastante intenso.  Hubo buena suerte y fuimos un grupo homogéneo, die Leute haben brav mitgemacht (todos puntualitos y cooperando), nos llevamos bien entre todos.  Hasta diría que me enriquecieron el paseo.
También había una guía alemana, una chica que vive en la región y trabaja siendo guía de tales viajes.  Se portó bien conmigo, me apoyó en un momento en que fui "atacada" (por decirlo así) por parte del austríaco del paseo - releo la frase y aunque así fue, siento que tengo que aclarar que no fue ataque físico-; teníamos en común con ella el estar entre dos mundos, tenía puntos de vista interesantes y afines, pero también se gastaba su geniecito, especialmente por las mañanas, y tenía casi a diario unas reacciones que eran feas de ver (insultar a los meseros, hacer comentarios desobligantes o reclamos que podrían ser hasta justos pero regañando groseramente, etc.).  Uno tiene derecho a levantarse con el pie izquierdo de vez en cuando, pero no tan seguido.
No solo vi arrozales verdes sin fin -el arroz aún no está maduro-, sino también por fin otra vez la Vía Làctea.
El colonialismo fue una mierda pero gracias a él es que se puede desayunar café, baguette y croissants en Camboya.
Disfruté de la naturaleza del trópico, vi luciérnagas, manglares, insectos, selva.
Mi par de sandalias hand made que me trajera mi mamá hace años no sobrevivieron ese paseo.
Los mamoncillos camboyanos (longans) son ambrosía.  Comí todos los que pude.
Vi muchos papayos por todas partes pero en muy pocas me dieron papaya (literalmente, jojojo).
Hice berrinche por la piña en la comida de sal.
Hice todo tipo de chistes mentales pendejos con el nombre del plato nacional (amok).
Comí cocodrilo en grill camboyano.
Muy pobre Camboya, incluso para estándares colombianos.  Ni mierda de industria nacional (aparte de la de cerveza, que patrocinamos generosamente) ni de clase media. Corrupta a podrir.  El gobierno dió en concesión privada la zona turística de Angkor.  3 millones de visitantes a U$40 la entrada da U$120 millones que van derecho a las arcas del consorcio privado que lo administra.  Curioso es que todos los templos son mantenidos con ayuda de gobiernos extranjeros, ninguno por la administración.  Los dueños del consorcio son chinos íntimos amigos del presidente.  Este mismo consorcio hizo un casino como de mafiosos en la mitad de un parque nacional, bellísimo.  Aterra pensar que toda una generación de gente pila (los estudiados, los intelectuales, los líderes) que debiera estar ahora gobernando fue borrada por el Khmer rojo y eso se nota.  Pnom-Pehn tiene su lado bestia. La gente es simpática, los alemanes quedaron matados. Yo también pero no tanto. Me impresionó su tara de querer tener la piel blanca, semejantes morochos bajo semejante sol.
Climita de mierda, qué fea esa sensación de estar todo el tiempo hasta con los calzones húmedos de sudor y que la ropa lavada no se seque jamás.
Con K., mi compañera de viaje, seguimos siendo parceras, este viaje fue prueba superada.  Cosa que no era obvia: su rayón es precisamente que le dan una jartera enorme los grupos de desconocidos y justo y va y nos mete ahí, ella fue quien sugirió ese paseo en esa agencia! Al final se integró hasta más que yo, pero los primeros 4 días no pudo dormir por mucho que traté de convencerla de que se relajara y disfrutara.

jueves, 13 de febrero de 2014

Una vecina mala gente

La vecina octogenaria ya se convirtió en nonagenaria.  Después de 6 años de indiferencia vecinal mía, ella se empeña en que seamos buenas vecinas.  Nunca ha dejado de insistir en hacer de mí la vecina que ella sueña, pero hasta ahora me había quedado muy cómodo hacerme la loca porque siempre lo hacía regañándome y reprochándome.  No olvidar que su apartamento apesta a bar de mala muerte por su fumadera, la escalera queda apestando a lo mismo cuando ella abre su puerta.  [Dato:  fumar no necesariamente mata, vean este ejemplo].  Y no es que esté íngrima sola:  el hijo viene a verla los domingos y entre semana, también tiene una amiga que la visita (me doy cuenta cuando la visitante deja su rollator -en inglés "walking frame" y en español no encuentro- junto a la puerta del edificio) y consiguió chantajear al vecino cubano para que vaya a verla arrojándose a llorar a sus brazos cuando él le abrió la puerta una vez que ella fue a pedirle que la visitara.  Eso me lo contó él cuando nos encontramos alguna vez en el sótano, también haciéndole publicidad a la señora: "Tu deberíah también ir a verla".

Pero la señora cambió su approach la semana pasada.  Llegó el lunes muy decente a invitarme a su casa. Con mucho esfuerzo para no desviar la mirada al cielo asentí ir a verla y jugar parqués (el nombre alemán del parqués es divertido, se llama "no te enojes"), pero ese lunes mismo no podía, todavía me faltaba hablar con mi mamá por Skype.  Todo el resto de la semana llegué tarde.  El viernes llegué a eso de las 19:30, cansada y con ganas de tomarme una cervecita que había comprado, nada más para que doña vecina llegara inmediatamente a tocar a la puerta (no he querido cambiarle la pila al timbre de arriba -es un ridículo timbre de pila!!- precisamente para no tener que oír los timbrazos de la señora en cuestión).  Renegué en buen español y no abrí.  Mis eventuales propósitos de ir a hacerle una visitica corta se fueron al cuerno.

Maldita vieja, consiguió hacerme sentir mala gente, pero mi vana rebeldía es tanta que prefiero mis remordimientos a tener que ir a verla.

Adenda:  La buena señora no se cansa de insistir. La he pillado tocando a la puerta una que otra vez desde el ojo mágico. También hemos tenido (a junio de 2014) otros dos encontrones. El primero, en el cual no sé por qué cuernos abrí la puerta, comenzó ella con su perorata "usted quedó que iba a venir a verme", "vea que yo tan sola", etc. Cuando puso cara de cordero degollado, no encontré otra que decir "qué pena, no tengo tiempo" y tirarle la puerta en la cara.  El segundo fue el fin de semana pasado, yo llegaba cargando mi canasta de botellas de agua y ella me esperaba con su puerta de par en par (de lo que puede darse cuenta cualquier cristiano que llega al edificio por la peste tabacalera que sale de su apartamento). "Ah, ahí está ella, a quien no le interesa lo que nos pase a nosotros las personas viejas...". Yo me metí a mi casa diciendo algo así como "Buen día a usted también", cerré mi puerta y eché llave -cosa que hago siempre desde que azotara la puerta el otro día y la desajustara-.  El quid del asunto en esta ocasión es que el vecino cubano, que está de su lado, fue testigo.  No sé si la vecina nonagenaria deje de joderme, pero lo que sí es cierto es que perdí todos afectos del vecino, que ya no me hace la charla como antes sino que apenas me da fríamente los buenos días cuando me lo encuentro.

Lo dicho, soy una vecina mala gente.