jueves, 5 de febrero de 2009

Utilidad inesperada de las lecturas

Uno de los libros que más me ha gustado es The Cyder House Rules, de John Irving. En espaniol traducido un poco diferente como "Príncipes de Maine", recurriendo a otro pasaje totalmente diferente del libro (la casa de cidra aparece a la mitad del libro mientras que los príncipes de maine se conocen desde el comienzo). La historia prepara minuciosamente el final a lo largo de todo el libro, como suele hacer Irving, y tiene unas partes lindísimas que aún recuerdo con emoción, como cuando el doctor Larch cae en cuenta de cuánto ha crecido Homer, o cuando al otro día dos de los ninhos del orfanato juegan en el monte con una caja de cartón antes de encontrar el cadáver del guardia de la estación de tren. Irving también le pone humor al asunto y esa muerte también es uno de los apartes divertidos del libro.

Pero la parte más (macabramente) chistosa es cuando el doctor Larch va a recoger un cadáver para las autopsias didácticas que le prepara a Homer. No hace sino llegar a una estación para que le digan que, por error, su paquete va rumbo a otra parte en el tren que salió hace 5 minutos. Y así se la pasa el pobre toooodo el bendito día, de arriba a abajo buscando su encomienda, y por eso al pobre Homer le toca atender un parto que por poco acaba con la vida de madre, bebé y partero. Y con todo lo dramático de las situaciones, no pude dejar de reírme con el doctor Larch renegando de tren en tren.

Gracias al recuerdo del doctor Larch no llego al colapso total cuando me toca ir de la Ceca a la Meca en búsquedas inútiles de detalles que, aunque nimios (las cosas están documentadas con las patas y nadie da razón de cómo ni dónde ni cuando), no me dejan continuar con mi trabajo si no las resuelvo. Mérito suficiente para dedicarle un post.