lunes, 15 de agosto de 2016

Contextualízome

En estos precisos momentos tengo el alma un poco estrujada por un evento maravilloso y efímero. No es lo pasajero del asunto lo que me tiene pensando, sino la luz tan desfavorable que dejó caer sobre mi vida cotidiana.  En este modus llego al trabajo y saludo a uno de mis colaboradores que me actualiza sobre la situación que lo tuvo ausente 2 semanas:  a su padre ochentón comenzó a darle todo tipo de dolores de causa desconocida, el señor consecuentemente se puso bastante necio mientras los médicos averiguaban el porqué.  Cuando por fin establecieron que se trata de una hernia discal mal curada en el pasado, cayeron todos en cuenta de que los dolores también dejaron visible otra condición de la que el señor adolece: la necedad del señor es síntoma de demencia. Se espera cura de espalda para decidir si el señor sigue viviendo solo con alguien que vaya a cuidarlo o si se muda a un hogar de ancianos.

Yo entonces, en vez de ponerme a trabajar, vengo a este blog lleno de telarañas y polvo a escribir esto para aterrizar mi apachurre de alma y ponerme un poco en contexto.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Dicha de verano

Y en menos de nada lleva el verano 800 años aunque las vacaciones escolares en realidad hayan comenzado hace apenas 3 semanas, las condiciones luminosas hasta tarde ya son normales y no joden, pocos pero alcanzó a haber algunos días de sandalia, no llovió el día de mi cumpleaños pero sí estuvo gris.

2016 se escurría en sus rutinas hasta fines de mayo con un fin de semana alargado a partir de una reunión de trabajo un viernes en Berlín.  Berlín del alma siempre vale la pena la visita, esta vez me quedé en un barrio occidental en donde nunca pasó nada ni en tiempos del muro ni ahora y se sintió muy raro y conocí personalmente a alguien de Twitter.  Junio tuvo dos excursiones a Amsterdam, una a principios del mes en compañía de mi alma gemela y la otra a finales con mis hermanos y sobrino.  El encuentro con los -medio- hermanos estuvo muy emotivo por la presencia del mayor y su hijo cincoañero que viven en Colombia (se fueron de nuestra natal Bogotá a Cali hace 2 años) y con quien no hablaba largo y tendido desde hacía más de 30 años -a sobrino sí lo conocía pero con él el trato había sido 0-, todo en el marco de una festividad muy alegre del hermano menor que vive en Holanda hace ya años y ya es como de la casa, como pasa también con el alma gemela.
La visita familiar se replicó en mi domicilio düsseldorfeño a principios de julio.  De haber un solo especímen M. en esta casa pasó a haber 4 de un momento para otro. Aún digiero la avalancha de cheveridad de aquellos días. Me alegro mucho de que mis hermanos sean y estén ahí. El sobrino fue un capítulo aparte de aprendizaje y disfrute por parte de esta respetable señora que se quedó vistiendo santos por ese lado.

A fines de julio tuve otro encuentro afortunado y raro, uno de los personajes de mi biografía, mi roommate de 7 años en Bogotá, estaba de paso en Hamburgo.  Al lado del tiempo familiar, esas 11 horas con este hombre cuentan entre las más preciadas del año, de la vida, de los recuerdos.

Soy dichosa.