martes, 17 de julio de 2007

Aunque tarde...

A principios de Mayo hubo dizque una ciclovía de 25 km. a lo largo del Elba por la ribera sur, en la región agrícola de Hamburgo. Se llama "la tierra Vieja" (Altes Land) y es la despensa de las manzanas, cerezas, ciruelas, espárragos, fresas, etc. de la región. Que dizque con tarimas y actos culturales. Desempolvé los patines y convencí a J. de que me acompaniara en la bici. Vi la publicidad en los avisos oficiales de la empresa de transporte público de Hamburgo, tomé nota de la ruta para llegar hasta allí usando sus servicios. Y al llegar allí después de 45 minutos de viaje en metro, descubro que la supuesta y veintiúnica conexión de bus que tenía que tomar estaba suspendida desde febrero. Les escribí un mail haciéndome la víctima de su estupidez. Y no pasó nada.

Hasta ayer. Me llamaron al celular a informarme que habían tomado nota de mi queja, que lo lamentaban mucho o más que haberme llamado tan tarde. Que lo que había pasado fue que xxxxxxx y que harán todo lo posible para evitar que situaciones como esas pasen en el futuro. Que gracias.


Como decía un amigo en Bogotá, está como para haberlos mandado por la muerte.

lunes, 16 de julio de 2007

La Pozilai

Aunque he tratado de darle el tono menos folclórico posible a este blog, hay una serie de motivos ya asumidos pero que en su momento -mucho antes de que comenzara yo a publicar esto- fueron un shock. Uno de ellos, la Policía.

La Policía en Alemania tiene un carácter eminentemente civil. Cómo será que hasta sindicato tienen! Aunque tienen fama de jodoncillos, a mí hasta ahora sólo me han jorobado la vida los de Baviera, conocidos precisamente por ello. Sobra decir que entre las tres veces que he estado en esa zona no suman ni una semana, o sea una semana en ya casi ocho anios. Fue en el episodio conocido como la Putzfrauenrazzia, en el cual íbamos en una camioneta Volkswagen (aquí se llama un bus) dos alemanes, dos indonesias (una de ellas con panioletica en la cabeza), una nigeriana, un tailandés, un egitzio y este pecho moreno -parece introducción de chiste malo pero no es chiste, aunque sí es malo-. Paramos en una estación de servicio en la autopista (Auuutooooobaaaaaaaaaahhhhhhnnnn) a estirar las piernas, es una manejada de 8 horas de Munich a Hamburgo. Y ahí nos caen a pedirnos los pasaportes que, salvo la indonesia sin panioleta, ninguno más teníamos. Ahí nos tuvieron media hora vacilándonos y luego nos dejaron ir.

-Por qué no cargan los pasaportes?
-Nunca los necesitamos estando adentro de Alemania...
-Baviera ya es fuera de Alemania, no se dieron cuenta??


Diálogo sostenido por Franziska, de Baviera, y Yemi, la nigeriana.

Los uniformes eran verde con caqui. Alguna vez me di cuenta de que yo misma iba vestida de policía con mi pantalón de pana y mi suéter verde cuello de tortuga. No sé por qué tomé la actitud de "jamás de los jamases vuelvo a ponerme esto". Me deshice de las prendas en la papelera de mi cuarto de hotel, pues estaba por vez primera (o segunda?) en Berlín. Cuando ya nos estábamos subiendo al bus que nos llevaría de regreso a Hamburgo, salió corriendo una mujer detrás de mí, gritando que se me estaban olvidando unas cosas y empunhando los arriba mencionados pantalón y suéter. Yo trataba de explicarle con toda la paciencia del mundo que yo no las estaba olvidando, sino que quería deshacerme de ellas. El problema era que yo no hablaba alemán y ella sí que menos otra cosa que no fuera ese idioma. El grupo en el que yo iba dejó de subirse al bus y se quedó viéndonos, al igual que la gente de la recepción del hotel. Y todo el mundo se dió cuenta de que yo quería tirar a la basura mi disfraz involuntario de policía alemán. Ahora me parece que el color de los uniformes y los autos tiende más bien al azul, pero ese puede ser embeleco hamburgués, porque la Policía es cuestión federal, o sea que cada estado tiene sus propias reglas, presupuesto, etc. para ello.

La Polizai (así se lee) es de lo más eficiente. Alguna vez perdí mi billetera corriendo a tomar un autobús en Harburg. Cuando me dí cuenta de la pérdida, me resigné y hasta me puse a averiguar qué tenía que hacer para reponer el tiquete del metro, el carnet universitario, la tarjeta débito, etc. etc. Esa noche llegué a mi casa y encontré debajo de mi puerta una tarjeta de la policía manuscrita por detrás que llamara al número tal que ahí me daban razón de mi billetera. Al otro día la recogí en la estación de Harburg, hasta con los cinco miserables euros que en ella había.

A J. le robaron hace dos semanas su bicicleta. El triste hallazgo del seguro roto lo hice yo una maniana entre semana. J. fue al otro día a la estación de policía a poner el denuncio. Aquí lo realmente coincidencial no fue que la bicicleta apareciera de nuevo, sino que J. hubiera guardado el recibo de compra y lo llevara cuando puso el denuncio. Gracias al número de serie que ahí aparece fue posible identificar el hallazgo. (es que J. es medio despalomado para esos terrenales asuntos) Apoyo a Patton en su campania de "denuncie, que sí sirve".

Pozilai es como J. dice policía en broma.

PS: Y "Bulle" (leer "bule") es como se dice "tombo". S., mi cuniada, fue la que me hizo caer en cuenta de esta postdata para este post,cuando me contó que en una cita con un abogado tuvo que esforzarse al máximo para que no se le saliera la palabra "Bullen" (el plural) durante su relato.

jueves, 12 de julio de 2007

Eso, eso, eso, eso

No soy una entusiasta empedernida de Chespirito, pero sí lo recuerdo con carinio y nostalgia. Tengo una anécdota pendeja que muestra qué tan conocido era el Chavo en Latinoamérica. Conocí a un chileno, aterrizado en Hamburgo tras una sueca criada en Medellín -por qué todas mis historias acaban con estos revueltos?- que decía que un requisito imprescindible de su pareja era que hubiera visto también el Chavo. La sueca lo cumplía, por supuesto.

Hoy descubro otro nodo insospechado de esta red de televidentes. A Ivy, el colega croata de J. del equipo de fútbol, también le gusta mucho el Chavo.

Magneta

Tengo una propensión más alta de lo normal a quedar atrapada en redes invisibles de gente, a vivir en un mundo no con 6 sino con 4 grados de separación. En Bogotá no dejaba de encontrarme por casualidad en la calle o en sitios públicos con colegas de trabajo, companieros de universidad, amigos, companieras de colegio. Por los días de la reunión de los 10 anios de egresadas del colegio me encontré por casualidad con mínimo 3 de ellas y pude informarles. Llegando a Alemania la cosa iba llegando a límites inverosímiles. Con 6 de los 9 colombianos que participaban en el mismo programa -de diversas regiones del país, no sólo bogotanos- tenía conocidos en común!! Hace dos anios conocí en Konstanz a un cucutenio que trabajaba con un ingeniero que fuera un excelente profesor en mi postgrado.

Pero yo las fronteras ya las transgredía desde Colombia. En Bogotá tuve la oportunidad de establecer una curiosa amistad con un tipo de Barcelona, y en una vacación que hice en Capurganá conocí a otro catalán, a quien por amenizar le conté de mi amigo. Trabajaban juntos en la misma emisora.

La joya de mi corona de múltiples encuentros casuales (aquí yo los menosprecio un poco porque Hamburgo no sólo es compacto, sino que la gente no se mezcla y van los mismos con las mismas a donde siempre) tuve oportunidad de vivirla en Mexico City. Viernes, 6 de la tarde, estación de metro que es intersección entre la línea café y la rosa. En uno de los rellanos de una escalera veo un viejito vendiendo peras y me antojo, me detengo a comprarlas. Cuando me levanto con la bolsa en la mano me encuentro de zopetón con el Manito. Encontrarse en el D.F. con el Manito le parecerá al lector que, aunque tenga algo de casualidad, no es tan raro, pero si se tiene en cuenta que el Manito es en realidad un veneco de Barquisimeto que conocí en Hamburgo y que vive ahora en esa ciudad, pues sí, ya el asunto alcanza a impresionar. El Manito se ganó ese apodo tratando de imponérselo al mexicano que estaba en su clase.

Pero ahora me espera una categoría aún más baja que Hamburgo. Me voy a la provincia. Pero no a cualquier lugar en la mitad de la nada. No. Me voy precisamente al Düren de mis cuitas, de casas pequenitas. Ya estuve tres días allí en plan trabajo y sí, es otro swing citadino (citadino?? Düren es realmente un pueblo!). Bueno. A ver qué pasa. Ich bin gespannt.

lunes, 2 de julio de 2007

Easy going

Un sinónimo de haber llegado a cierto grado de madurez ha de ser el dejar de aventurarse. Yo no fui de las que poco se arriesgaron. Para nada. Hice bastantes disparates. Pero ahora simplemente ya no me sale del alma hacerlos. Ya no, me es imposible seguir siendo insensata, ni siquiera con la mejor de las voluntades.

Del mismo modo ya no estoy dispuesta a fajarme películas con dramonones horribles o de esas bien amargas de Lars von Trier (tengo el DVD de Manderlay y desde hace no sé cuánto llevamos haciéndole el quite para seguirlo no viendo). No fui capaz de seguir viendo Butterfly Effect. Tampoco fui capaz de seguir viendo Hedwig and the Angry Inch. No he llegado al extremo de exigir solamente finales rosas, no, al menos aún no. Pero ya no me la pongan tan difícil, la realidad ya es de por sí bastante infeliz. Si uno no fue a ver a Passolini antes de los 25 ya no lo vió en su vida.