martes, 25 de noviembre de 2008

Ataque de las pequeñas cosas

Tengo mi rincón de mamertez que tiene el desagravante tonto de que fue en mi tierna infancia, porque aquí a los que se podía acusar de mamertos era a mis padres. -A quienes al menos se les abona que no me pusieran a vender "Tribuna Roja" en los barrios deprimidos de la ciudad a mis tiernos tres anios, como si hicieran los entusiastas padres de otros contemporáneos. Así que sí, me dejo atacar de las pequeñas cosas que me acechan detrás de la puerta,
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.


Ese lastre que algunos siempre llevamos con nosotros y que incluye diarios, cartas de las amigas, de loe exnovios, fotos y notas de los que alguna vez fueran nuestros amigos y casi nuestra única familia, a veces los últimos rastros de una pista que perdimos seguramente para siempre, postales -me gusta comprar postales de los sitios que visito-, mapas de ciudades, souvenires de viajes -por ejemplo tickets de transporte público de París y de Bangkok, la tarjeta del hostal en donde me quedé, un papelito con mi nombre escrito en árabe y en hebreo...

Desde que me mudé con J. quedaron todas como almas en pena en una caja en el depósito. La caja permaneció cerrada en la sala de Düsseldorf, hasta la semana pasada en que decidí abrirla para sacar su contenido y organizarlo por fin. Después del ataque silencioso, casi inofensivo, del nido de pequeñas cosas que infestaban esa caja olvidada, comprendí que habían perdido su lugar físico en mi vivienda y quedarían condenadas para siempre al depósito, aún cuando no las quiera botar nunca.

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