Cuando me alcanza la cabeza para intentar calmarme en situaciones de zozobra espiritual, comienzo a ponerle atención al soundtrack que siempre suena en mi cabeza y lo que es peor aún, comienzo a canturrearlo.
Ayer me sorprendí cantando Rocío Durcal mientras echaba la ropa a la lavadora. Me dio mucha risa al principio, luego me sentí agradecida de poder reír por un momento y al final terminé berriando. De alegría de poder tranquilizarme, de risa (estarle agradecida a Rocío Durcal) y de tristeza, a qué extremos he llegado. Ojalá no me llegue a pasar con Diomedes Díaz o con qué sé yo otras atrocidades que canto.
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