Ayer por la noche decidimos darnos una vueltecilla por Venlo a ver. Confirmé por internet a qué horas regresaba el último tren (a las 11 pm) y organizamos todo de tal modo que pudiéramos quedarmos 1 hora en la ciudad. Oh sorpresa que el último tren partía a las 10 pm y el siguiente partiría a las 6 am. Nos encontramos con otros dos naúfragos (coincidenciamente también de Düsseldorf) quienes propusieron caminar hasta una estación de servicio en donde los alemanes generalmente tanquean por ser más barato y allí intentar conseguir un aventón. Los chicos consiguieron uno al cabo de pocos minutos, pero el auto ya tenía dos pasajeros y la conductora venía tomando cerveza. Decidimos quedarnos y tener la oportunidad de conocer la vida nocturna de Venlo. No nos decepcionó: resultamos en una fiesta con "balcan tunes" muy buenos y bailables hasta las 4 am. Una vez prendidas las luces y apagada la música, caminamos otro rato e hicimos una pausa bajo una arcada, y al llegar a la estación a las 6 nos encontramos con que el tren, por ser domingo, partiría a las 8. Llovía y hacía frío. Un senior de apariencia un poco extrania (bajo, muy oscuro pero no negro sino tipo indio) nos propuso ir con él a donde un colega suyo que vivía a pocos metros de la estación. Al senior ya lo habíamos visto por los vericuetos venloenses (que tampoco es que fueran muchos, aunque estaban bien frecuentados) y con semejante clima la oferta era tentadora. El colega resultó ser un chico superamable, los caballeros eran oriundos de Sri Lanka y aunque después se enfrascaron hablando en su idioma, nos dejaron estar allí tranquilos y calentitos hasta las 7:30. Llegamos a la casa, agotados pero contentos, a las 10 am. Este domingo ha sido un día extranio, pero ahora estos guayabos / resacas de trasnocho ofrecen el vago consuelo de saber que haberse despedido de la vida nocturna no fue tanto cuestión de resistencia corporal sino más de cambio de gusto espiritual.
También resulta extranio que todo esto viene a pasarme en el lugar más distante posible al menos en el radio de validez de mi tiquete de transporte y no por ejemplo en la más cercana escena düsseldorfenia. He de decir, para decepción de mi amigo S., que cómo será lo poco que me ha motivado lo que he visto de escena en esta ciudad que acabé experimentando la long-lasting party primero en el extranjero.
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