lunes, 8 de enero de 2007

Propósito de vida vieja

En la casa de los padres de J. también vive el abuelo. Se mudó hace poco de su apartamento de viudo, con la expectativa de irse a vivir a su ciudad natal, Danzig. La familia de J. viene de la región que actualmente es el norte de Polonia, pero que a lo largo de la historia fue habitada -después dominada- por alemanes. Un connato de derrame cerebral mandó los planes de retorno al archivo. El abuelo está en su última casa.

A sus 82 anyos está entero, lúcido, aunque sordo. La comunicación con él no es sencilla, menos cuando se tiene acento. Siempre toca hablar a los gritos. Es consciente de ser de los últimos sobrevivientes de quienes lucharon en la segunda guerra mundial -estuvo en el frente alemán-. Le divierte que su nuevo computador de ajedrez se despida cuando él acaba la sesión. Presiente qué puede llegar a ser Internet pero prefiere dejar ahí. Le fascinan los deportes de invierno, el boxeo y el fútbol. Le encanta sacarle la piedra a su hijo -mi suegro- hablando maravillas y bondades de los godos de aquí y a su nieto, llamándolo para contarle los resultados de la Bundesliga cuando J. todavía no los ha visto. Cuando cuenta sus historias se pone de pie y las dramatiza y es capaz de mantener entretenida a toda la audiencia con su monólogo durante varios cuartos de hora.

Mi abuelo debió tener también todas esas facetas entranyables (en este Anyo Nuevo mi papá alcanzó a contarme por teléfono historias de él que yo aún desconocía!!), pero como siempre, yo era muy joven y no sabía de todo lo que estaba dejando ir, no lo supe ni siquiera tras su muerte, sino ahora, mucho después, cuando por fin esa visión más clara de las cosas que se llama adultez está instalada plenamente, incluso a mi pesar.

Si llego a tan viejita, espero seguir teniendo un blog para el desparche, para que las historias que ya no le interesarán a nadie no se pierdan y yo pueda leerlas cada vez que se me dé la gana, que es como si volviera a contarlas. También lo podrá leer algún nieto al que después le de el remordimiento de no haber aprovechado a su maravillosa abuela -o al paso que voy, algún hijo-.

1 comentario:

patton dijo...

pertenecemos a una generación afortunada, creo. Lo que no sé que harán nuestros nietos con tanta información.