En Colombia no sólo solía encontrarme con gente inesperada en lugares ídem, sino que también solía ser confundida con otra tanta. Nunca dejé de parecerme a la amiga, tía, prima, hermana, sobrina o lo que fuera de muchos interlocutores.
Aquí el plan ya era otro, la Frau Rodríguez tenía un perfil propio y aunque mi encasillamiento con esta apariencia no es para nada difícil, la jorobadera evocando a mis Doppelgänger se había reducido notablemente.
La semana pasada me presentaron a otro colombiano que trabaja en la empresa. El por qué yo no tiendo a la masificación con los compatriotas o con los hispanohablantes podría dar cuerda para muchos posts que no sé si algún día quiera escribir, así que dejemos en que es el primer colombiano que conozco ahí -no tengo ni idea de cuántos seamos-.
El hablado rolo me desconcertó y me pareció feo. Seguramente mi hablado no es ninguna belleza, pero definitivamente yo ya no sueno como recién desempacada del altiplano. Y cuando nos presentaron, el hombre me dice: "ah, pero si ya nos habíamos conocido, viendo un partido de la Eurocopa". Ajá. Yo los partidos de la Eurocopa los vi sólo con mi marido o en el peor de los casos, con A. y su marido.
Con que sigo siendo la antecesora de la Frau Rodríguez, esa que se fue hace ya casi una década.
jueves, 25 de septiembre de 2008
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