Hace varios días me hice quitar un lunar que tenía en la cara. Estaba en el límite de la sonrisa al lado derecho. El asunto había crecido, decidiéndose por la dirección "hacia arriba" y adquiriendo proporciones de verruga. Ya no daban muchas ganas de cantarle "ese lunar que tienes, cielito lindo, junto a tu boca, no se lo des a nadie, cielito lindo, que a mí me toca", repitiendo el chiste malo que aún hoy en día al respecto hace mi mamá. El lunar era setsy, pa' qué, y no dejé de hacer chistes de que se me iba a ir la mitad del sex-appeal con él. Era aparentemente herencia del tío Carlos, el hermano menor de mi mamá, a quien supuestamente alcancé a conocer pero que muriera intoxicado con licor adulterado cuando yo tenía un anio.
Ya la herida cicatrizó -lo hice en donde un cirujano plástico con láser, así que lo único que se medio ve es un pequenio círculo imperceptible en la distancia- y mi nueva imagen aún me es extrania. Cuando miro mi imagen ya sin curita / vendaje me siento como si fuera un hombre que se hubiera quitado el bigote después de haberlo llevado por anios.
domingo, 3 de febrero de 2008
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1 comentario:
Recuerdo el lunar ... debe ser una sensación muy extraña, como cuando uno se hace un corte de pelo muy radical o cambio de gafas, cosas así. Uno se ve al espejo y piensa por un segundo: ¿uy, ese quien es? ¿Soy yo?
Eventualmente uno se acostumbra. Ya te acostumbrarás.
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