Es curioso esto de estar de debutante detrás del escenario y haber hecho pocas entradas hasta ahora en la gran función. En ellas hice apenas una voltereta y ya, volví a salir. La jerarquía de los bailarines es profundamente respetada y yo estoy dentro de los solistas. Los pasos de los que bailan son recomplicados y yo sigo con los básicos. Sigo observando cómo los demás bailan y algunos lo hacen hasta quedar exahustos. Por supuesto que hay coscorrones, pellizcos y pisotones y estoy en desventaja porque le quitaron el papel a una prima donna veterana para dármelo a mí (ya hoy los de un grupo me dieron mi primer guamazo y sostengo otro interludio de zancadillas con otros bailarines). Y no acaba uno de meterse en una coreografía y ya toca salir corriendo para la otra, sin haberse aprendido ningún paso de ninguna. Claro, los nervios me traicionan y por andar pensando en estar atenta, sigo descoordinando.
Y por ahí derecho llego a la pregunta del sentido de todo este baile. Yo tengo una respuesta transitoria que me sirve para seguir toda ojos y toda oídos ensayando los pasos, para que cuando ya me toque hacer más de una voltereta me salga bien. (y no sigo, que si no acabo en los vestieres y eso, aunque pueda tener más sentido, no nos conviene). Si no era en este teatro, era en otro.
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