viernes, 4 de enero de 2008

Polombia

J. no me creía cuando le decía que me parecía que había muchas similitudes entre Polonia y Colombia. Aunque no haya mucho en común en cuanto a cultura (países occidentales, católicos y qué más?), hay mucho en la “actitud” de las personas en Polonia que no dejaba de recordarme a Colombia. El portero del edificio, hacía cuánto no veía yo tal portento (la mano de obra es barata –todavía-). El afán de la clase media y de los nuevos ricos por diferenciarse y ser exclusivos, su afán de construir y visitar cuanto centro comercial se les ocurra. (Nota posterior: esto tiene un nombre vistoso que hacía rato no tenía la oportunidad de usar: ARRIBISMO puro y duro).

Pero también hay diferencias. El concepto “supermercado” recién se instaura y aún hay cualquier cantidad de tienditas lichigueras en las que se hace la compra. Entendí por qué la nevera de mis suegros vive llena de embutidos: ellos –los embutidos- abarcan perfectamente 50% del surtido de las ya mencionadas tienditas.

Fue divertido estar todo el tiempo sin entender nada y dependiendo de J. para comunicarme con el mundo exterior. J. no deja de asombrarse de que todavía puede entender y gaguear polaco, idioma en el que balbuceó sus primeros 5 anios de vida.

Danzig (nombre alemán), Gdansis (en latín) es primorosa y tiene mucho de qué estar orgullosa. Pero con los impasses con la familia –lo que no hicieron 3 anios de conocernos y 3 meses viviendo juntos en Durania lo lograron 3 días en Danzig-, creo que no vuelvo, no en el corto plazo.

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