Es bastante raro estar en la misma ciudad en la que está el marido (la misma en la que nos conocimos y vivimos juntos por dos anios) y tener que verlo de a ratos en en restaurantes y cafés y tener que despedirse de él para ir a dormir a otra parte. (Mis suegros siguen acumulando puntos para hacerse merecedores del premio "Vidrio en la media"* edición 2008, aunque esta vez se hayan disculpado).
Pero una vez el título de este blog se sale con la suya y tuve la oportunidad de verme con los amigos que hace rato no veía, de hablar hasta las 2 am con mi amiga de la U, de verme otra vez con las chicas y hablar de cine, de ropa, de maridos. Sacié mi necesidad de companhía, ahora que las pampas dusseldorfenias me están mostrando qué tan solo se puede llegar a sentir uno.
Hamburgo inmunda, te extranio.
*condecoración ilustre tomada de aquí.
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1 comentario:
Ouch.
En eso si no sé si soy afortunado.
Las tengo bien lejos.
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