lunes, 29 de octubre de 2007

Bestiario

Este post me sale más bien como un desahogo a lo "Sex and the City", valga la aclaración, o a lo Bestiaria (de ahí también su título).

Estamos en la época de los hombres metrosexuales. A la nueva estética (o sea, mal dicho, al afeminamiento de la apariencia masculina) también se suma una serie de eventos desencadenados por ella. Como que, por ejemplo, los metro también se conviertan en objeto de admiración de los gay. O que muchos bisexuales encuentren también la posibilidad de disparar el gatillo de esa otra vivencia que de otro modo jamás hubieran sabido. O lo mismo pero al revés, que gays bisexuales también tengan la oportunidad de conocer el mundo de las relaciones hetero. O que haya simplemente más mezcla de todos con todas y con tod@s y viceversa. No me interesa saber por qué, quizás por esto mismo son estos razonamientos tan chapuceros.

El caso es que estas elucubraciones no se basan en la mera observación, sino que es un pellejo curado el que habla. Esa lección que me propinaron me dejó una aversión (tirria) incurable a un colega de la residencia estudiantil, quien tampoco era que necesitara de circunstancias bizarras para ganarse mi animadversión: el típico Mr. Nice Guy, organizador de paseos y fiestas, chicanero y oportunista innato al momento de tirar la piedra y esconder la mano. Dicen las fuentes de información que el tipejo en cuestión trabaja en mi futura empresa y no dejan de preguntarme que si ya lo busqué :s Debo admitir en su descargo que yo también participé y disfruté de algunas de las actividades fruto de su diligencia y que supuestamente gracias a su gestión fue que se dignaron darnos un título de cualquier cosa (o cómo más se podría definir un "Master in Global Technology Management") tras dos anios de actividades cómico-académicas-musicales en el entonces aún desconocido instituto Triángulo que recién inauguraba la Technische Universität en Hamburgo.

El sábado anterior estuve en una fiesta en Hobbitland que amerita post propio pero en la que me volví a encontrar con un íncubo de estos, una de esas presencias masculinas que me puso en guardia, me fastidió y me desconcertó no tanto por todas las atenciones que le prodigaba a mi marido sino por la manera tan deliberada en que me ignoraba, empeñándose en ver un lugar vacío en donde estaba yo. Esto vino a completar un cuadro de actitudes similares -pero menos obvias- de encuentros o llamadas previas con este sujeto. A ese man no lo quiero tener nunca cerca de mí.

No hay comentarios.: