miércoles, 15 de noviembre de 2006

Quién me tira un hueso

En esta casa ya llevamos un tiempo en la cruzada por las buenas costumbres -alimenticias. Ahora sólo compramos la verdura y las manzanas en la plaza, sólo tomamos agua mineral y jugo de manzana exprimido directamente y sin adición de azúcar, etc. etc. Y prescindimos totalmente de la colaboración de Knorr y de Maggie en nuestra cocina. Para suplir la ausencia de los cubos de caldo, tuvimos la brillante idea de comprar huesos para hacer el caldo nosotros mismos.

Hasta ahí muy contentos los aprendices de cocinero. Con lo que no contábamos era que los huesos para la sopa son imposibles de conseguir. No hay modo de hacerse a un hueso. Los pobres no hacen sopa con huesos: la compran enlatada. Para los perros, hay huesos de carnaza y de plástico. Los huesos de las reses sacrificadas salen todos derechito para la industria de alimentos concentrados y ninguno para las famas o expendios de carne.

Y bueno. Los aspirantes a gourmets nos hemos quedado sin caldo de res y ya estuvo. Pero no deja de ser un poco triste que algo tan simple y vernáculo como hacer un caldo de huesos ya sea todo un arcaísmo, algo que sólo hacían las abuelas.

Triste por la costumbre que se pierde en el olvido y bla bla etc. Y triste también por ser testigo!!

2 comentarios:

Lanark dijo...

Curioso, eso de que los huesos hayan desaparecido de la canasta familiar. ¿No sería eso lo que motivó al "caníbal" de internet a buscar a un voluntario que quisiera que lo vuelvan caldo?

patton dijo...

bastante curioso, debe ser que el caldo de costilla no era negocio o no era muy popular.