Corría el año 2001 y la Universidad Tecnológica de Hamburgo (TUHH por sus siglas auf Deutsch) recién diseñaba un currículum de un máster de Ingeniería Ambiental, al cual por diversas razones vine a caer. Había un docente dudoso llamado Walter Leao Filha o similares, brasilero radicado en Alemania, bastante ducho en aquello del lobby de proyectos chimbos para financiarlos. Gracias a sus contactos acabamos un indio de India -un hombrecillo pequeño-, un mexicano y yo como únicos representantes alemanes (!!) en un congreso de estudiantes de ciencias ambientales de la cuenca (?) del Mar Báltico. El evento tenía lugar en un former veraneadero comunista en la gloriosa ciudad de Lodz, hagan de cuenta como una Ibagué / ciudad intermedia sin ningún encanto polaca. En ese entonces llevaba el pelo muy corto -recién salía de mi rubio sideral, aventura sobre la que aún debo un post- y tenía algunos kilillos de más.
En la fiesta de cierre del evento me tomé literalmente hasta el agua del florero. Creo que me rumbié con todo lo que se me atravesó por delante y recuerdo un amanecer en un bosque cayéndole a una finlandesa. Lo mejor vino después (ah, los tiempos Bridget Jones): los dos buses con los estudiantes partieron con media hora de retraso, pues cuando ya estaban todos subiditos en el bus, notaron que hacía falta una participante. Alguien se bajó del bus y fue a tocar a la puerta de la habitación de la susodicha, que aún dormía la mona. Para llegar a la puerta del bus tuve que caminar por fuera del mismo soportando las miradas airadas de los puntuales -o sea todos los otros casi 100 participantes-. Vendría a continuación un lovely day de primavera, lluvioso, frío, con guayabo, con hambre, sin plata, en día festivo con todo cerrado y por ende sin posibilidad de cambiar marcos (!!) -tenía una tarjeta de banco horrorosa- en Cracovia. Volví en el tren nocturno a Hamburgo, pues tenía un examen al otro día.
Durante mi matrimonio mantuve una cierta relación con ese país por ser el exmarido y su familia de allá nativos, pero del norte que fuera prusiano alguna vez, de Danzig. Estuve dos veces en esa ciudad.
Quiere el destino que, aun cuando ese vínculo con Polonia se rompió, vuelva yo de nuevo a tales tierras. A Lodz itself. A ver si se nos da por fin el milagrito de encontrarnos con esta amigota -see below in the link- a quien hace ya más de una década no veo pero con quien hemos mantenido buen contacto: un amigo de su marido (ambos neozelandeses) se casa con una polaca y ella viene a la boda.
Como se echa de ver, yo vengo quedando como la amiga de la esposa del amigo del novio, un personaje muy cercano a la pareja... la ocasión está, al menos en el papel, que ni pintada para repetir el performance de hace 10 (!!) años. De hecho compré unos zapatos en mí impensables, 8 cm de tacos así nada más como para combinarlos con algunos vodkas, que no faltarán.
martes, 28 de junio de 2011
Another second time
Etiquetas:
albricias,
amigas,
disonancias,
exfamilia,
gestas juveniles,
otros parajes
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
un dejavu
Publicar un comentario