El encuentro con "hacer el mercado" tiene lugar a fuerza por estas tierras. Igual si a uno se le quema el agua o si nunca se enteró de dónde provenía la comida. Los precios de comer por fuera son simplemente absurdos y no hay presupuesto estudiantil que los resista. Así sea a comprar las pizzas congeladas (y las cervezas) tiene que hacerse uno a la idea de ir uno mismo a hacer su mercado.
Si uno jamás en su vida puso un pie en uno en Colombia, pues el shock no es tan fuerte. Pero si uno estaba acostumbrado a su Èxito, a su Carulla, o incluso a su no tan glamoroso Cafam (todavía existen?), el panorama de los supermercados en Alemania es francamente desolador. Hay uno o dos que medio se salvan, pero claro, eso se refleja en la cuenta. De resto, en esta zona nortenia, están los discounters, dispuestos a acogerte con sus precios de huevo, sus pasillos llenos de cajas, su extenso surtido de una marca de cada cosa -marcas gato pero buenas-... jartísimos. Y de verdura, pailas -ítem obligado de la iconografía nacionalista, es que cómo da de cosas Colombia, por Dios-. Entonces puede pasar que, como sucede aquí a lo largo y ancho de la ciudad, tiene uno un mercado turco en las inmediaciones que le recuerda a uno irremediablemente la tienda lichiguera de la esquina. No deja de tener su encanto poder comprar la cebolla y el tomate y el pan y la leche en la esquina, como en otros tiempos en otra parte, y dizque con todo y lo despersonalizado que está esto aquí.
Las hay las chiquitas con el justo público, las hay otras que crecen y poco a poco mutan a supermercado. Supongo que porque todos son negocios chicos (no hay grandes cadenas), no hay centrales de almacenamiento y todos tienen que procurarse un espacio para almacenar. En otras palabras, todos los benditos supermercados turcos mutantes son estrechísimos. Es como meterse a una casa de la diversión en donde no hay por donde pasar y en todo momento lo están espichando a uno. Y es en esos lugares en donde la única persona que pide que por favor 300 gramos de queso en alemán adivinen quién es... ya he tenido ocasiones de haber representado a Alemania en encuentros internacionales (un mexicano y un indio de India completaban la delegación), pero jamás pensé que pudiera llegar a sentirme tan alemana en esta geografía. Y la única que empaca la compra en el morral y no en mares de bolsas de plástico.... Muchas mujeres, no todas y muchas de ellas ya de edad, tienen puesta su panioletica y sus abrigotes... bueno, feel free, pero no deja de ser un poco extranio...
De Turquía (de lo que he encontrado de Turquía por acá, que no es poco pero tampoco es todo) podría escribir una buena cantidad de posts. Los chicos son muuucho más sensuales, más bacanes. Desafortunadamente más machistas. Admito que a veces hasta me alegra oirles los piropos, me permito tales nostalgias culas. Siguen siendo bastante tradicionalistas. Sigue habiendo problemas de integración. Todavía me arrepiento de haber dejado ir tan pendejamente a Irfat, un estambulenio que hubiera sido una fantasía hecha realidad, pero ese invierno como que me había echado huevo en los ojos, mucha mensa... Algunas variedades de pan turco se parecen bastante al pan blandito. La salsa de yogurt con ajos, pepino y hierbabuena es un invento muy rico. El clásico perro de media noche es reemplazado con creces por el dönner a la misma hora -el dönner solito merece otro post aparte-. Hay alguillo de resentimiento, no es cosa de echarle la culpa a nadie porque todos la han embarrado, pero tampoco da para los titulares de Francia ni de lejos. Eso creo...
Comencé en supermercados y acabé en turcos. El sábado pasado casi me chiflo tratando de buscar el polvo para hacer falafel. Ese día maldije las tiendas, pero también caí en cuenta de que, si no estuviera aqui, no andaría con antojos de hacer falafel para la comida ...
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5 comentarios:
Me gustaría algún día ir a Turquía. Mejor aún, vivir unos meses allá. Me parece un país del putas, además que se puede jugar backgammon con cualquiera en la calle. Y nunca ganarles, malditos turcos.
Gloria al Döner...aunque ahora ando más aficionado al Dürüm, que me recuerda gratamente a los burritos. Eso si, no coincido con vos porque un Döner no reemplaza a un buen perro de glorieta con tajada de queso costenio derretido encima y papita frita de paquete molida, y Naranja Postobón en medio de una farra. Sin embargo, el Döner cumple bien su papel.
Ay ole, los mercados de acá si son una pifia, una pifiaaaaa, y pa acabar de ajustar, acosan en la fila. Acá en este Dörfchen no hay mercado turco, ojalá, yo como extranio la tienda de Don Jairo en casa, así me sentiría un poco más familiar, por así decirlo.
Turquía es una maravilla literal y figuradamente. Amo a Turquía tanto que mandé allá a mi ex novia y allá se volvió ex.
Esa salsa se ve bastante apetecible.
sumerce me explica la expresion "me habia echado huevo en los ojos", que me perdi en ese pedacito...gracias
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