domingo, 17 de abril de 2005

Sobre cómo perderse en un laberinto y encontrar la salida

Cuando el extranjero llega a una ciudad nueva, lo mejor que puede hacer es ponerse a caminar en cualquier dirección, acompañado y guiado sólo por la curiosidad y el placer de descubrir aquella esquina prometedora, de saber de dónde viene la romería o hacia dónde lleva seguir las huellas pintadas sobre el piso. Cuando esté exahusto y/o perdido, entonces ya podrá consultar un plano para ubicarse y también hilvanar los pasos que acabó de recorrer.


El laberinto por el que deambula el extranjero puede irlo envolviendo, sin que él lo note, en su red de signos, de rasguños en las esquinas, de los reflejos firmes sobre el aire de la ciudad que yace temblorosa en el agua, de pasos mil veces recorridos por aquellos que allí habitan. O simplemente puede dejarse recorrer las tripas sin inmutarse, sin agredir pero también sin ofrecer nada, con la pasión que una prostituta puede mostrarle a su último cliente de la jornada.

Por qué cada vez que voy a cualquier parte, me convenzo más de que casi todas las ciudades alemanas aún pertenecen sin remedio a la segunda categoría??

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