En estos dos meses han sido una sola lucha contra un variado equipo de monstruos de esos que exprimen el alma. Varios propios y uno ajeno, el que apareció de último y el más grande de todos. Casi todos los propios son pequeños, pero son poderosos porque yo me empecino en verlos enormes.
El ajeno venía incubándose y engordando hacía años en mi nave espacial y ocasionaba problemas graves que nunca pude solucionar del todo porque no eran problemas sino meras señales de esa presencia. Espero que pueda echarlo por la borda, pero lo único que puedo hacer por el momento es hacerle barra al dueño (y ahora contendor) del monstruo.
A pesar de no salir y no hacer mayor cosa, no puede decirse que mi vida sea aburrida.
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