sábado, 20 de febrero de 2010

Carnestolenda

Pasaron los carnavales y en esta ocasión decidí celebrar como era debido en esta hidalga ciudad capital en donde también tienen lugar tales festejos. Me puse cita con unos colegas del trabajo en un lugar muy famoso a orillas del Rin. Mi disfraz era una capa y un antifaz (y de resto estaba vestida normal de negro). Hacían carnavelescos -5°C en la calle y tuve que esperar tres horas para ingresar al lugar en cuestión. Menos mal había abundante oferta de bebidas espirituosas (ese jueves de Altweiber tomé toda la cerveza alt -la especialidad de la región- que no había tomado en dos anios en estas tierras) que ayudaron a sobrellevar la fría y larga espera. Mi mamá menos mal llamó a un nombre que no era en su celular y me alegró también la fila. El resto del carnaval (la quinta estación del anio, le dicen aquí) me la pasé guardadita escondiendo mi resfriado de la nieve y me perdí de los desfiles de los demás días.

A mi pesar, resulté celebrando plastamente, como de costumbre en estos últimos tiempos, pero pude extender mi plastez al lunes que tuve libre gracias al carnaval.

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