martes, 26 de junio de 2012

Contrastes súbitos

A principio de año tuve una situación en la que los acontecimientos de mi vida seguían la tendencia de los de la novela que estaba leyendo.

Anoche fue más bien una contrapunto entre dos realidades paralelas, así como una noche de hace 15 años en la que mi corresponsal de entonces trataba infructuosamente de enviarme un email mientras veía "You've got mail" y no podía distinguir entre lo que pasaba en su computador y en la película.

A eso de las 8 estaba en los capítulos finales de "Eat, pray, love" (mea culpa, sí, me engüesé en la caja de intercambio de libros de la oficina con ese adefesio, lo confieso) en donde Felipe le declara su amor a Liz mientras mi amante me dejaba por enésima vez plantada en mi casa esperándolo... no solo era el sentido de la lectura opuesto al de la realidad, sino que también las dos cosas eran cuasi-simultáneas, no en secuencia.

Entrada la noche, llamé a mi amiga A. para consolarla de una pelea con su mamá.  Las dos compartimos nuestro sino de hijas únicas que dejaron sola a la mamá separada.  Estaba yo finalizando una frase pomposa cuando sonó mi celular -mi amante llamando por tercera vez a disculparse-.  Hubiera sido un simple ruido de fondo, de no ser porque el ringtone que le tengo al teléfono es la introducción de Chespirito.  La seriedad y el sentimiento de mi statement se fueron al carajo con ese soundtrack y no nos quedó más que reírnos como dementes por los siguientes 10 minutos.

El intercambio de libros

Hará cosa de un año que dos colegas en el edificio en el que trabajo tuvieron la brillante idea de poner una caja de plástico en una esquina de la zona comunal para que intercambiáramos libros.  La gente que quiere sus libros no se deshace de ellos, no en circunstancias  normales, así que como era de esperarse la caja se llenó de libros malos porque nos desengüesamos (amo ese verbo colombiano para decir "deshacerse") de los libros que teníamos en la casa y que no nos gustaban.

La caja de intercambio rebosa de krimis.  Los krimis, que es la palabra alemana para novela de suspenso, son superpopulares en Alemania.  Henning Mankell -que es sueco- es uno de los autores más celebrados.  Yo no sé a mí por qué ese género me da tantísima pereza, será también por lo mucho que les gusta a ellos.  Nunca me he animado a leer nada; quizás algún día le haga a las novelas de Stieg Larsson, pero creo que esas no dan para ser consideradas como krimi (?).

Yo puse los libros que me encontré en los trenes -de alguna manera continué con el ciclo que ellos ya habían comenzado-, libros de autores buenos que compré en segundazos  pero en los que no pude pasar de la página 20... También allá fue a dar una versión en español de "Crónica de una muerte anunciada" que estaba en mi casa, pero el desengüese no fue por la calidad del libro sino por su origen:  lo había traído el amigucho del #miex que nunca me pude tragar.

De la caja apenas he tomado una novelita de Marina Lewicka (se dejó leer), uno de Ephraim Kishon (que es tan chistoso que en el tercer sketch uno ya está saturado de su humor y no quiere leer más) y un tercero que da oso confesar pero que no salió tan malo....

Seguramente estoy subestimando a mis colegas, pero como serán de zoquetes que "El amor en los tiempos del cólera" (en alemán) lleva ya casi un semestre sin que nadie lo haya tocado siquiera, mientras que una novelita de esas de mujeres torpes en busca del amor, en cuya compra incurrí por allá en 2002 en una larga espera en un aeropuerto, no duró ni media hora en la caja y no la han devuelto.

martes, 19 de junio de 2012

Carteros raros

No deja de ser curioso cómo los carteros de esta área no pueden distinguir los nombres de los dos latinos que vivimos en este edificio y me ponen muchas cartas del vecino cubano -no es que seamos Hernández y Fernández, los nombres son bastantes diferentes- pero si tienen memoria de elefante para recordar que en mi buzón hubo alguna vez también un nombre polaco y me sigue apareciendo todo tipo de folletos de tiendas y fiestas alusivas a tal país.

Nuevas del vecindario

Frau Furia-de-los-Infiernos o la Hijueputa Vieja Loca
Mirar a esta señora de apariencia descuidada es como mirar a una Furia:  cuando percibe la mirada, la vieja comienza a insultar.  Lo mejor es ignorarla, hacer de cuenta que no existe.  El problema es cuando el esperpento se aproxima por atrás y uno está descuidado: como mi pulgar izquierdo lo sigue recordando meses después, uno se torna en el objeto de su rabia con el universo y puede resultar lesionado.  Otros vecinos han sido amenazados con un cuchillo, golpeados con objetos en bolsas voladoras o bombardeados con agua y basura desde su balcón (de ella).  Los dos maridos que ha tenido la han abandonado y va y viene del hospital psiquiátrico como quien sale de vacaciones.

Frau Koch
Frau Koch era una maestra pensionada, debía tener sus setenta y tantos.  No vacilaba en hacerme la charla cuando nos encontrábamos, era amable, me contaba chismes de los otros vecinos.  Cuando hablamos del #miex me contó su propia historia: mantuvo una relación durante 38 años en la que cada uno vivió en su casa hasta que se caNsaron y decidieron terminar.  Deduzco que no se casó y no tuvo hijos.  Esta semana me enteré de que Frau Koch falleció en su apartamento de un ataque cardíaco hace cosa de un mes.  Yo la recuerdo "saludable", pero mi fuente asegura que ya venía quejándose de achaques y dolores.

El cubano
Mi último domicilio en Bogotá comenzó a llenarse de cubanos a fines de los 90.  Algunos todavía viven ahí.  Supongo que a mi destino le chifla la simetría y por eso me puso un vecino cubano en el piso inmediatamente superior de mi residencia dusseldorfeña.  Llegó a la USSR y allí se hizo a su esposa kasajistana, que es ingeniera y como muchos kasakos, alemana de 3° generación, por lo que presumo vinieron a parar a estos lares.  Las hijas veinteañeas ya se fueron de la casa, queda el suegro kasako con ellos. Nunca me ha dicho nada de la peste que debe llegarle a su balcón (no es su balcón principal, ha de ser por eso) cuando fumo marihuana en el mío.  Escribe novelas, cree en ovnis y quiere mandar su matrimonio a la mierda, pero me da la impresión de que tiene una posición ídem a la que tuviéramos con el #miex (ella es la que más gana y él es el amo de casa) que lo inmoviliza. 

El dentista
Señor buenísima onda que tiene el consultorio en la planta baja.  Aunque tiene la mano un poquito dura, las carteleras de aire escolar que tiene en su consultorio explicando las caries y cómo lavarse bien los dientes y su vehemente propaganda contra los cepillos eléctricos me convencen de ir a abrirle las fauces cada 6 meses.  A mí me gustaría quedarme hablando con él más rato cuando me lo encuentro en el pasillo o en el sótano, pero no encuentro el pretexto y él tampoco da la pata.

Ironic

En la esquina de mi edificio hay un supermercado en el que solo compro el agua embotellada, la leche y cosas last minute del tipo "se me olvidó la mantequilla".  Antes compraba ahí también el jugo y algo de monchis, pero el surtido de estas secciones ha desmejorado notablemente.  Ya no se consigue el jugo de la granja exprimido directamente -era industrial pero publicitaba un aporte para sembrar manzanos silvestres y tenía las variedades "manzana-frambuesa" y "manzana-saúco*" que eran riquísimas-, sino solo se encuentran los jarabes azucarados de los otros jugos industriales y en la sección de monchis los paquetes de papas fritas con ese asqueroso polvo rojo invaden cada vez más estantes y dejan menos espacio para las nueces y los pistachos.

Toda esta descripción de este supermercado rascuache nada más para resaltar la ironía de que justo ahí consigo casi todas las semanas los mejores aguacates que haya probado ever en Alemania.


*¡recién me entero de que el novedoso Holunder es el mero saúco!!