Paul Auster le sacó jugo en su New York Trilogy a la veta borgiana de que es el Verbo el que le da existencia a la realidad, el mundo comienza a existir cuando Adán comienza a nombrarlo, una cerca con portón existe aún en Uqbar nada más porque es recordada por los bichos que allí parchan, el Golem adquiere vida cuando el Verbo le es susurrado, etc.
Dejar de nombrar es también olvidar
por ejemplo:
Dentro de las elementales medidas que tomé sin pensarlo siquiera cuando exmarido anunció su partida estuvieron:
pedirle las llaves de la casa
entregarle el anillo de bodas
dejar de llamarlo por su nombre
viernes, 8 de noviembre de 2013
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1 comentario:
¿Por el apellido entonces?
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