Encontrar amigos es cada vez más difícil. Nuestras exigencias aumentan con el tiempo, en la misma o mayor proporción en que las posibilidades de conocer gente disminuyen. Durante mis largas estancias académicas tuve el privilegio de hacerme a un muy buen amigo en cada período. Es así como mantengo contacto con Hipo, mi amiga del colegio; así fui a parar por segunda vez a una ciudad ignota en Polonia para ver a Margarita -la amiga de pregrado de la UN- en escena Meg Ryan hace un año; es como de vez en cuando skypeo con Horax -el compinche de la especialización en la UN que ahora está en Cangurolandia, como él dice- y conocí a A. su hermana, en esta ciudad; es como de vez en cuando tengo noticias de Natasha -fuimos becarias de la misma institución durante el doctorado- desde su dolor en Hamburgo.
Y es como tengo a mi amigo C, con quien nos conocimos en nuestros másteres en Hamburgo. Es una cuestión de similitud de almas (no nos da para gemelas pero sí para afines) que en ese entonces cuando nos conocimos devino en algún tipo de relación extraña de pareja porque no supimos cómo más asumirlo. Por la incompatibilidad de tendencias, era obvio que eso en plan pareja no funcionaría jamás. Nevertheless, alcancé a subirme tontamente en esa ilusión (sin dejar de seguir arrastrando un pie en la realidad) como para ponerme celosa mientras duró -ah, celos intensos los de aquel tiempo- y triste cuando terminó. La relación tuvo períodos en que se mantuvo a distancia por hacer C. prácticas en ciudades distintas de Hamburgo . C. regresó a su natal D.F. en febrero de 2003 cuando acabamos el máster. Hubo un encuentro inesperado en primavera. La última vez que estuvimos juntos como pareja fue en mi visita al D.F. en noviembre de aquel año, cuando terminamos. Fue la vez del encuentro con el manito, btw. Nuestra escena final fue muy parecida a la de Lost in Translation. Había dejado el pasaporte sobre la mesa en su apartamento, tuve que regresar en el taxi con el que iba al aeropuerto y lo vi una vez más, esa si la última, pero "extra", porque ya nos habíamos despedido. Lloré mares con el final de esa película. Además la vi poco después de mi llegada de aquel viaje.
Estuvimos distanciados algunos meses (¿quizás años?) pero finalmente retomamos el contacto. Su hermana se radicó en París cuando aún estábamos en Alemania, así que venía a Europa seguido. Entre tantos ires y venires alcanzamos a vernos un par de veces en el mejor de los planes y él alcanzó a enamorarse de París. Tanto, que hace dos años que allí reside. Eso nos ha acercado bastante. De París regresaba cuando mi marido me recibió con su maleta hecha, presto a largarse. Hablamos mínimo una vez por semana. Con él festejé mi cumpleaños pasado en Budapest y con él me veré mañana en Amsterdam.
En aquellos tiempos desesperanzados cuando estábamos juntos, yo no perdía oportunidad alguna de prender velas en la iglesia para pedirle a todos los santos que lo dejaran a mi lado. A la larga accedieron a mi petición. :-)
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